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“Quiero que me adoptes”: el pedido de una niña de 9 años con discapacidad que su maestra de tercer grado no pudo rechazar

27/11/2025



Cuenta Rocío que cuando conoció a Lucila Saredi, la maestra del centro de apoyo escolar al que iba después de la escuela, supo enseguida que quería que ella fuera su mamá. Era abril de 2023, la niña tenía 9 años y vivía en un hogar para chicos y chicas sin cuidados parentales en Bahía Blanca. “Era rebuena como seño. Yo soñaba con una mamá como ella”, dice por videollamada. Dos años más tarde, su sueño se hizo realidad: a su lado está Lucila y ya no es su maestra sino su mamá. Lucila recuerda bien la primera vez que vio a quien hoy es su hija. “Las clases habían arrancado hacía unas semanas. Rochi venía de la mano de la directora y me preguntó: ‘¿Vos vas a ser mi seño?’. Y me abrazó”. Desde ese momento, dice esta mujer que por entonces tenía 37 años, sintió que quería cuidarla. Nunca hubiera imaginado a dónde la llevaría esa necesidad. Hace algo más de un mes, la Justicia terminó de validar el sueño de Rocío al convertirlas en familia por adopción. Además, avaló el deseo de la niña de cambiarse el nombre y empezar a llamarse Rocío. “A partir de hoy te vas a llamar Rocío María Saredi, como lo pensaste, sentiste y pediste. Me alegra que después de caminar juntas este tiempo y de elegirse mutuamente para ser familia, ella también pueda nombrarte como su hija para cuidarte, sostenerte y asegurar tu bienestar integral”, le escribió la jueza a la niña, al notificarle la sentencia. “Quiero que me adoptes”Cuando su camino se cruzó con el de Rocío, Lucila era acompañante de dos chicos con discapacidad y maestra del Centro de Educación Complementaria (CEC) en Bahía Blanca, un espacio estatal que refuerza los aprendizajes escolares y fortalece la inclusión educativa de chicos que, según las escuelas donde cursan, necesitan ese complemento. “Yo hacía una suplencia. Era un grupo bravo, pero de a poco fuimos armando algo lindo”, recuerda.Una vez que Rocío se sumó al grupo, el vínculo afectivo entre maestra y alumna empezó a crecer. “Ro quería sentarse todos los días en mi escritorio y a mí me costaba decirle que no, pero eso me traía problemas con los demás, que se ponían celosos”, dice Lucila, mientras su hija se ríe. Con el correr de las semanas, Lucila empezó a imaginarse a sí misma como una referencia afectiva en la vida de la niña más allá de las horas de clase. “Quería ser alguien que pudiera ayudarla en su vida”, recuerda. Así fue que Lucila empezó a visitar a Rocío en el hogar. A veces, cuando salían del CEC, las dos se iban juntas a la casa de Lucila. El hogar las autorizaba a compartir ese momento: de 17 a 20. “Aprovechaba y le lavaba la ropa, o le arreglaba lo útiles y la mochila. Después la llevaba para que cenara en el hogar”, cuenta. Otras veces salían a pasear. “En una de esas salidas, Ro se subió al auto y me dijo: ‘Quiero que me adoptes’. Para mí fue muy fuerte. No sabía nada sobre el tema, ni siquiera sabía que podía adoptar sola. Ser mamá me parecía una responsabilidad enorme”, dice. Pero el pedido, reconoce, no la asustó. Tampoco el hecho de que la niña tuviera un Certificado Unico de Discapacidad, aunque sin un diagnóstico claro porque esa información se había perdido. “Soy técnica universitaria en acompañamiento terapéutico y psicopedagoga. Trabajar acompañando a niños con desafíos es lo que más me gusta hacer. Estoy convencida de que todos tenemos derecho a una vida plena independientemente de nuestra condición”, explica la mujer, desde la casa que comparte junto a su hija. Cuando piensa en el pedido que le hizo Rocío aquel día en el auto, Lucila está convencida de que la niña puso en palabras un sentimiento mutuo y compartido que se dio en forma natural. “Las ganas de Rochi de estar conmigo son las mismas que tengo yo de estar con ella. Eso fue así desde el principio, así que hicimos todo lo necesario para que funcionara”, reflexiona. Los primeros tiempos no fueron fáciles. “A Rochi le costaba incorporar algunas reglas sociales y portarse bien en la escuela. También entender que hay que respetar la palabra de los demás”, recuerda. “Yo le decía: bueno, vos querías tener una mamá y tener una mamá también es esto: que a veces te digan que no, o que tengas que hacer caso”. Al pasar más tiempo juntas, Lucila tomó como propia la tarea de ocuparse de la salud de Rocío. “En ese tiempo logré que arrancara un tratamiento con una fonoaudióloga por una dificultad que tiene al hablar y también empezamos a ver neurólogos en busca de un diagnóstico que me mostrara en dónde estábamos paradas”, explica. Después de consultas y estudios, Rocío fue diagnosticada con un trastorno general del desarrollo global. “En todo el trayecto, yo iba hablando con el director del hogar, le iba presentando informes”, cuenta Lucila. Cuando se venció la medida judicial de abrigo con la que había sido apartada y protegida de su familia biológica por seis meses, el director les propuso a ambas renovarla pero en la casa de Lucila. Era noviembre de 2023 y, desde entonces, viven juntas. “Al principio, me tomé una licencia y la retiré del CEC para que pudiéramos compartir más tiempo”, recuerda Saredi. En su cuenta de Instagram, Lucila publicó un video del momento en el que fueron a despedirse de sus compañeros. Frente a todos sus alumnos, la seño Lucila dijo: “Una despedida es la de Rocío y otra despedida es la mía porque me voy a tomar una licencia muy, muy, muy larga porque a partir de hoy yo soy la mamá de Rocío”. El video se titula: “Momento en el que me convertí en la señorita Miel”, en alusión a “Matilda”, el libro del escritor británico Roald Dahl en el que una niña es adoptada por su maestra. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Mama Luchiona (@mamaluchiona)
Ahora Rocío, que tiene 11 años, está terminando la primaria y tiene una acompañante que la ayuda con la tarea y con la adquisición de ciertas habilidades y hábitos, como aprenderse el recorrido entre su casa y la de su abuela, a dos cuadras una de la otra; tomarse el colectivo; hacer la cama, o cocinar comidas básicas. “El año que viene voy a empezar la secundaria y me tengo que manejar sola. Eso me tiene un poco nerviosa”, dice, y cuenta que su acompañante se llama Luli y que también hace manualidades.“Que sea una persona autónoma”Lucila, que hoy tiene 39 años, se muestra feliz por todos los avances de su hija. “Emociona ver todo lo que progresó en estos dos años. Por ejemplo, hoy es una chica que puede ir a la escuela sin acompañamiento”, cuenta. “Yo apunto a que, a la larga, con todo este estímulo, Ro sea una persona autónoma. Habrá cosas que logre y otras que no, pero lo que no logre no será por falta de estímulo”, dice. Lucila cree que el día de mañana, si su hija se quiere ir a vivir sola y no sabe hacer lo básico, no va a poder lograrlo. Pero estas palabras cobran un significado especial cuando quien las dice tiene una hija con discapacidad. “Las mamás y los papás de chicos y chicas con discapacidad tenemos que ayudarlos a adquirir responsabilidades, así sean de lo más básicas. Y eso no se enseña de la noche a la mañana, o cuando tu hijo ya es adulto. Se empieza de chico”, dice. Entonces madre e hija cuentan una situación reciente. Rocío se enojó con su mamá porque no le había lavado su remera de egresada. “Pero ella no la había puesto en el canasto de la ropa y ese es un paso previo necesario para que la ropa se lave. Ahora lo aprendió”, dice frente a la mirada de su hija. “Yo apunto a que estas herramientas que le estoy inculcando le permitan ser autónoma el día de mañana. Que tenga la libertad de elegir, con lo que le cuesta”, agrega Lucila. “A veces le preguntás qué le gustaría comer y no te dice”. —Yo sí te digo que quiero comer fideos— dice su hija, por lo bajo. —Si fuera por vos vivirías a fideos— le responde su mamá, con un gesto que quiere ser un reproche pero se queda a mitad de camino cuando su hija, esa niña que eligió su nombre y la eligió como su mamá, le da un abrazo. Más información:A principios de este mes, la historia de Rocío y Lucila se convirtió en un libro escrito por Lucía Belén Tola e ilustrado por Milu Ilustra. Se titula “Abrazos de un nuevo hogar”. Si querés comprarlo, podés comunicarte al 291 443 9463. Si querés postularte como familia de un niño, niña o adolescente sin cuidados parentales, podés navegar esta guía de Fundación La Nación con todo lo que deberías saber antes de tomar la decisión de adoptar.Si querés conocer cuáles son las prestaciones, servicios y derechos que tienen las personas con discapcidad, podés navegar por la guía que armó el equipo de Fundación LA NACION.

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