Ayer falleció Eduardo Rodríguez (Buenos Aires, 1934), pionero del arte cinético en la Argentina, quien además trabajó el acrílico como piedra preciosa. Desde inicios de los años 1960, sus propuestas incluyen el movimiento y experimentan con papeles, metales y acrílicos. Realizó obras con pequeñas piezas de metal suspendidas que captaban la luz produciendo reflejos aleatorios. “Me expreso por medio de la forma, encuentro la forma en el espacio. El espacio con tiempo se transforma en movimiento, el movimiento es continuo como la vida que trato de expresar”, afirmó el artista.“La experiencia de mi vida”. Sarah Jessica Parker fue jurado del Booker y lo cuenta en primera personaEntre sus obras cinéticas se encuentran los luminomóviles, las mariposas y galaxias/supernova. Hizo también tallas en bajorrelieve y esculturas en acrílico y pinturas. Presentó obras que juegan con efectos ópticos producidos por la acción de la luz y el color sobre fragmentos de metal. Son mágicas, hipnóticas. Experimentó con materiales plásticos como el acrílico y el poliéster. Fue invitado a participar de los premios Braque y Ver y Estimar, así como de la exposición Más allá de la geometría, en 1967, en el Instituto Di Tella. En 1968, obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes para continuar su práctica en París. Allí frecuentó el Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV) y, principalmente, a su amigo Julio Le Parc. De regreso a la Argentina, comenzó a trabajar con cajas lumínicas que exploran la transparencia, el color y el movimiento y formó una familia con Perla Benveniste, también artista,En el Museo Nacional de Bellas Artes, este año se exhibió Benveniste/Rodríguez. Percepción e ilusión, una muestra homenaje a ambos. Con curaduría de María José Herrera, reunió más de cincuenta obras centrales de sus producciones tempranas, junto con las más recientes esculturas de acrílico y “luminomóviles” de Rodríguez. “Desde los años 60 hasta la actualidad -escribió Herrera sobre aquella exhibición-, Benveniste y Rodríguez trabajan con máquinas, relieves y esculturas cuya magia consiste en la transformación. Con ingeniosos mecanismos, formas y colores mutan casi al infinito, en una poética metáfora de la vida y su trascendencia”.La amistad de Rodríguez y Le Parc fue siempre profunda, al punto de que Rodríguez llegó a representar a su amigo para que pudiera casarse con Martha García, madre de los tres hijos del maestro mendocino, cuando él estaba en París. Tras la boda y las instancias legales, los padres de Marta permitieron que ella viajara para encontrarse con el artista en Europa. Rodríguez, que hacía móviles, recibía las cartas de su amigo Le Parc y, de este modo, se enteraba de cómo estaba el panorama de los artistas cinéticos en el viejo mundo. Fue clave para él la concepción teórica (la praxis artística se ligaba al acto reflexivo) de Le Parc, quien había fundado el Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV), con el que realizó experiencias revolucionarias con el color, los efectos de la luz, el movimiento y la participación del espectador.Con economía de recursos y sin motores, Rodríguez producía movimiento por intermedio del calor de las lámparas. Le entusiasmaba el sistema que el joven Le Parc impulsó en París junto con otros artistas y del cual se inspiró para sus propios trabajos. Luego, fue desarrollando sus obras cinéticas, con técnica absolutamente propia. Le interesaba mucho el movimiento de Vasarely y los conceptos de José Camón Aznar en su libro El tiempo en el arte. Aznar se refiere a un tiempo ontológico que se da en todas las épocas del arte: en los egipcios, por ejemplo, el tiempo de los muertos; en los griegos, el tiempo de la idea. Para él fue clave en su producción este concepto.También se interesó mucho por Möbius. Lo cautivó este matemático que había objetivado lo que era el espacio continuo de una manera muy sencilla: con una tira, doblándola y juntándola de nuevo, hizo que ese espacio se pudiera recorrer indefinidamente. Contó el artista que siguió investigando en esa dirección, que puede ser un poco esotérica, un poco inexplicable, pero que lo alentó fuertemente para seguir trabajando.Para Rodríguez, resultaron claves las premisas del GRAV, que se propuso un acercamiento con la gente sin pasar por el filtro de la crítica. Generaron una nueva relación entre la obra y el público: sacaron el arte del cubo blanco y de los museos. Le interesaba usar la idea de movimiento real, que la gente pudiera tocar, percibir, sentir. Que el movimiento ocupara el primer plano, que no fuera un cuadro estático.Rodríguez aprendió a usar el acrílico cuando la Cámara Argentina del Plástico invitó a Antonio Berni, Rogelio Polesello y Emilio Renart a hacer obras de arte con este material, en su momento totalmente novedoso. La cámara dio clases de todos los plásticos y materiales que producían, del telgopor hasta poliéster. Además, les dio materiales a los artistas para que hicieran sus propias piezas. Rodríguez descubrió un mundo que lo fascinó para siempre.Rodríguez integraba desde hace 12 años el staff de Pabellón 4 Arte Contemporáneo. En esta edición de Pinta Miami, la galería llevará obra suya. Egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en 1964. Viajó por estudios a Europa. Obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes en 1967.Desde 1957 expuso individual y grupalmente en el Salón Nacional, Salón Municipal, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes, Centro Cultural Buenos Aires, premio Braque y Di Tella. También en Fundaciones Fortabat y Banco Ciudad, Segunda Bienal de Medellín, Palais de Glace, Arte Nuevo, Art Gallery de New York, Chile, Brasil y Uruguay. Obtuvo el Premio Criterio en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1965, Premio Plástica con Plásticos en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1965, Segundo Premio del Festival Americano de Perú en 1965, Gran Premio de Honor del Certamen Nacional de Investigaciones Visuales en 1970, Mención Especial en el Concurso Imágenes de Francia en la Embajada de Francia en 1984 y Mención en el Salón Manuel Belgrano en 1989.Con su muerte, el arte argentino pierde a uno de los artistas más hipnóticos del cinetismo. Maestro de la luz, el movimiento y la percepción, Rodríguez dejó una obra que activa en quien la mira una experiencia singular, hecha de destellos imborrables, potentes, que es también un modo de pensar el tiempo, el espacio y la forma.
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Murió Eduardo Rodríguez, pionero del arte cinético argentino
21/11/2025
