Al cierre de 2025, América Latina ya no ve la IA en educación como moda, sino como infraestructura cultural que organiza aprendizajes, vínculos y decisiones. En Argentina, datos como los que arrojó Kids Online Argentina 2025 de UNICEF en coordinación con otras organizaciones, confirman una hiperconexión cada vez más temprana en edad, e impulsan debates públicos que trascienden el aula, siendo un tema común en medios como TV y TikTok, donde a veces corre fácil la desinformación que impacta en la narrativa de futuro: ¿vale la pena estudiar si la IA va a reemplazar a los trabajos? Y qué decir cuando el más mencionado es el rubro de la tecnología, el cual se incentivó en el sistema educativo durante los últimos años. Y casi como develar una sospecha común: investigaciones recientes como la de la Universidad de Cornell, muestran que más de un tercio de los chatbots más utilizados aplica tácticas de manipulación emocional para retener usuarios (culpa, dependencia, falsa intimidad) incluso cuando la persona usuaria quiere dejar de usarlos. En adultos, esto ya genera daño emocional, y en adolescentes que usan IA para hablar de tristeza, soledad o angustia, el riesgo es evidente y cambia el eje del debate educativo: ya no se trata solo de plagio o uso de herramientas, sino de seguridad emocional, alfabetización crítica y responsabilidad de diseño de las Big Tech.Frente a este escenario, 2025 mostró avances reales, aunque parciales. Funcionó cuando la región dejó de pensar la IA como “herramienta” y empezó a discutir marcos de gobernanza y alfabetización, lo que se vio representado en lineamientos, guías con criterios pedagógicos, protección de datos, entre otras que lideraron países como Uruguay y Chile. En la misma línea, OEI y BID insisten en algo clave: sin teoría del cambio, evaluación y foco en resultados, la IA corre el riesgo de ser solo adopción cosmética, lo que desafía iniciativas como las de El Salvador acercando Grok en las escuelas públicas.Por otro lado, durante el año pudimos leer titulares con respuestas reactivas y fragmentadas. El péndulo entre alarma y bloqueo de plataformas, como por ejemplo Roblox en redes escolares, convivieron con el acceso adolescente a billeteras virtuales y servicios financieros digitales. Lo que evidencia que las infancias y juventudes ya son sujetos plenos del mundo digital, y que el Estado y la escuela todavía responden por partes.En ese contexto, algunas de las señales más interesantes de 2025 vinieron desde abajo. En Mendoza, familias y escuelas impulsaron acuerdos para postergar la llegada del primer celular a la mano de los chicos: no por decreto, sino como un pacto comunitario. No reemplazan políticas públicas, pero muestran algo central: la regulación también es cultural y se construye cuando hay diagnóstico compartido y confianza. En paralelo, encuentros como los impulsados para la protección digital infantil reunieron Estado, ONGs, academia y especialistas, y pusieron en la misma mesa temas que antes iban separados: redes, IA, apuestas, videojuegos, salud mental y escuela.A partir de diciembre, el caso Australia funciona como espejo y advertencia: la decisión de restringir el acceso a redes sociales a menores de 16 años no surge de una reacción tecnofóbica, sino del reconocimiento de un problema estructural: esas plataformas usan algoritmos diseñados para retener atención y modelar emociones en edades tempranas. Australia puede avanzar con ese tipo de medidas porque cuenta con sistemas escolares robustos, alto nivel de alfabetización digital en las familias y un Estado con capacidad de regulación y control. Allí, lo que se define en la escuela suele tener correlato en el hogar. En América Latina, ese alineamiento no existe. Lo que no pasa en el aula, muchas veces tampoco pasa en la casa. La escuela sigue siendo (para millones de chicas y chicos) el principal o único espacio de mediación adulta frente al mundo digital. Este 2025 dejó planteada con claridad la siguiente etapa. Si la tecnología está acá y vive de mutar, prohibir sin alternativa es una victoria corta. Lo que viene exige crear opciones educativas seguras y atractivas allí donde se restringen plataformas de riesgo; cambiar la narrativa del miedo por una basada en experiencia pedagógica real; y mapear y escalar buenas prácticas locales, en escuelas, universidades y organizaciones de la sociedad civil que ya trabajan con tecnología y educación desde la evidencia y trayectoria, como Chicos.net, Faro Digital, Chicas en Tecnología, Bienestar digital, entre otros. Así como también, indagar las diferentes soluciones tecnológicas que proponen un uso transparente y responsable de la IA como Auroria y Turnitin Clarity.La inteligencia artificial no es destino: es entorno. Y 2025 dejó algo claro en Argentina y en la región, y es que la discusión ya no es si la IA va a estar en la educación, sino cómo la gobernamos, con qué límites y con qué propósito. La conversación recién empieza porque, por primera vez, estamos empezando a hacernos las preguntas correctas.
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Educación y algoritmos: por qué la conversación sobren el uso de la IA recién empieza
31/12/2025
