“La gente ha pasado de tener hijos a tener mascotas”, dice Miki Toguchi, japonés, de 51 años, mientras lleva a su mascota al santuario sintoísta Ichigaya Kamegaoka de Tokio, donde ofrecen servicios religiosos para niños y para perros.En la tradicional liturgia del 7-5-3 -una celebración destinada a bendecir a niños y niñas con esas edades- hoy se recibe a más perros que a humanos. Los canes llegan vestidos con carísimos kimonos y cinturones decorados de 200 dólares (y pagan 32 más por el servicio religioso). Allí se pide por ellos: para que tengan una vida de perros felices y para que no los atropelle un automóvil.El sintoísmo es una religión animista que adora a toda la Naturaleza y no tiene problemas en considerar a cualquier ser como participante del culto. La polémica es acerca de la familia. Y acerca de la creencia de estos japoneses mascoteros, que declaran que “mi perro es como un hijo”. Cuando ese “como” desaparece, nos encontramos en el medio de una discusión más grande.Y además:Este fenómeno es emergente de dos cuestiones que atraviesan a la sociedad japonesa: el descenso en la natalidad y el cada vez más poderoso mercado de los servicios para mascotas. El templo decidió adaptarse a esta realidad y cada otoño recibe un desfile de poodles, pomeranias y chihuahuas deseosos de ser bendecidos.
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Perros en kimono reciben bendiciones
20/12/2025
